Trinidad: el misterio de un Dios inmenso

Santísima Trinidad

Muchos momentos de nuestra vida cristiana están marcados por la Trinidad: cuanto hacemos en el nombre de Dios, cuanto en nosotros signifique salir conscientemente a la búsqueda de Dios, de su voluntad.

    En el nombre de la Trinidad, fuimos bautizados, confirmados; en su nombre se nos da el perdón. En su nombre quisiéramos hacer todo cuanto en nosotros creemos que merece la pena.

    Dios no es misterio porque sea oscuro, sino porque es inmenso. Es la plenitud de la vida de Dios, su misterio. Dios se nos ha querido mostrar hacia fuera como es hacia dentro. Si tenemos que ver con Dios, si Él tiene que ver con nosotros, entonces la vida de Dios, la Trinidad, no es para nosotros un episodio carente de significado.

    No nos interesan los nombres (Padre, Hijo, Espíritu). Nos interesan las Personas que se nos revelan: lo que hemos venido celebrando en los cincuenta días de la Pascua, que terminó el domingo pasado: la manera como actúa el Padre, la comunicación y la entrega del Hijo, y el don renovador del Espíritu.

    La Fiesta de la Trinidad es la fiesta de la gran familia que es Dios, familia que se construye dándose recíprocamente. Esta, que es la historia de Dios, no es precisamente la historia de la familia humana, que hemos de reconocer que no ha sido una familia bien avenida. Estamos bastante lejos de ese espacio de amor que es la Trinidad y la vida de Dios.

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