Quinto Domingo de Pascua
Hoy es el quinto Domingo de Pascua. Las lecturas nos llaman a ser signos distintivos, que abran a otros las puertas de la fe, y a que este espacio sea de verdad la morada de Dios con los hombres. Todo esto será signo de que Cristo ha vencido a la muerte.
Vivir esta victoria es lo mismo que decir que hemos resucitado con Cristo. Pero esto da la impresión de que no se nota en el mundo. Hay aquí un desafío al que dar respuesta con nuestra vida: dar cabida, predicar y practicar eso de amar a los demás es lo que constituye la verdadera novedad de lo que es cristiano.
Ese es el cielo nuevo, la tierra nueva, la vida nueva, de la que hablan las lecturas de hoy. Ésa es la morada de Dios con nosotros. Si eso es verdad, todo se hace más creíble. Si es verdad, podremos decir: aquí sí que está Dios. Pero la triste realidad de demasiados días y demasiadas noticias es que Dios no puede estar en muchas situaciones.
Pero estamos viviendo la Pascua del Señor: como realidad creíble y exportable, todos hemos de hacer algo para que seamos capaces de inventar modos de vida que «abran a otros las puertas de la fe», como dice la primera lectura que hoy leeremos.